Más de 20 años lleva la artista Pilar Siles transformando la realidad, esa que observa en otra realidad, esa realidad que percibe o siente. Desde siempre su sensibilidad la acercó a aquellos lugares donde el arte no llega en forma justa – señala- y donde la exclusión y la marginalidad deja entre renglones que la reflexión y el pensamiento crítico son las bases más contundentes de un verdadero cambio social. La pintura y la poesía ha sido, probablemente, su forma más concreta de ser un agente de cambio y aportar a este país que considera tan desigual.

Pilar es habitante de la comuna de Temuco, ciudad que la ha visto crecer y transformarse en una destacada artista visual. Pilar además es diplomada en estudios Teológicos; se ha adjudicado Fondos de Cultura y otros fondos de financiamiento, y se ha desempeñado como asesora de otros importantes proyectos culturales. Ha expuesto en más de 10 oportunidades, ha sido gestora cultural y emprendedora del Arte en la región de la Araucanía.

Vivió la dictadura desde la vereda de la infancia, en donde su Madre – María Cristina González Cánovas, una iniciadora del movimiento democrático en la región de la Araucanía – asistía a reuniones clandestinas con los viejos estandartes de la coreada “alegría” , y era ahí donde Pilar en su mente infinita – como mujer neurodivergente- podía percibir el temor (pánico) de que quizás su madre ya no volvería jamás, porque ya re-conocía la realidad del país en pleno años ochenta.

Así, en el marco de los 50 años del golpe de estado, surge la muestra “LA MESA VACÍA” A 50 años del golpe de estado y dictadura civil-militar en Chile, una exposición/instalación que relata a través de texturas y formas cotidianas el dolor de un pueblo. En su texto curatorial la artista expone: “Más de 60 niñas y niños menores de 17 años fueron ejecutados durante la dictadura militar entre los años 1973 y 1989 en Chile. La siguiente intervención realizada con objetos rescatados en distintos sitios (platos antiguos, manteles, maderas) crea un relato pictórico/visual de una historia que escuché en mi infancia y que jamás olvidé: “estaban todos comiendo y de pronto llegaron los militares y sacaron a punta de metralla desde la mesa al más joven de la familia” La historia se me quedó grabada como un murmullo permanente, durante años imaginé esa mesa. La mustia mirada de la espera ¿Cómo habrá sido ese mantel?, o ese frío crujido de la mandíbula intentando masticar cada día? Seguramente salieron a buscar a su hijo, a su nieto, a su hermano y la mesa permaneció vacía…pues ¿qué sacaban con esperar sentados? ¿qué más podían perder? 50 años han pasado desde que comenzó la masacre, cuántas almas simplemente quedaron errantes en calles grises. Cuántas infancias sin juego. Cuántas Madres y Padres sin almuerzos de domingos. Cuántas mesas con platos llenos tan solo de imágenes, manteles salpicados y caminos interminables….”.

La mesa vacía representa la lucha, porque – señala la artista – “este pueblo nuestro, nunca dejará de gritar y buscar aquello que por herencia ancestral nos pertenece: la libertad”.

La muestra se expuso en la Universidad de la Frontera, y actualmente se encuentra en la biblioteca Municipal Galo Sepúlveda, abierta a toda la comunidad.

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