
Hace unos días presenciamos como el ministerio de transporte celebraba la odisea de los buses de dos pisos, algo así como una imitación de progreso al estilo de Londres, donde los mandatarios lo elogiaban como uno de los “sistemas de transporte más connotados del mundo”. En ese sentido, no cabe duda de que se debe pensar y responder en mejorar la calidad del transporte, y con ello, la calidad de vida de las personas. Pero, ¿Qué pasa cuando solo respondemos a una parte de la primera premisa?
Piensan en ciudades inteligentes y connotadas, algo que en estos momentos vendría siendo casi como el “oasis de Latinoamérica” frente a una serie de abusos sin respuesta dentro de la movilidad y la ciudad que deberían ser base sustancial de la política pública. Desde la insuficiencia de la perspectiva centralista que opera y radica en la capital nacional junto a la carencia de una apta gestión de transporte en regiones, hasta la comprensión de la ciudad como un espacio de abusos en el que las poblaciones excluidas de lo meramente urbano quedan relegadas de estos famosos “sistemas más connotados del mundo”.
Si consideramos lo planteado desde la comprensión de la ciudad como representación de esta serie de abusos y desigualdades, podríamos poner sobre la mesa directamente a estos sectores relegados, excluidos y excluidas de la ciudad, donde la respuesta estatal no ha dado abasto. Un claro ejemplo, son las miles de familias habitando en campamentos las cuales no cuentan con servicios básicos como agua potable o electricidad formal, pisos mínimos para pensar y habitar en la ciudad. Mínimos, sin respuesta, donde es casi imposible llegar a pensar en una ciudad inteligente, porque sobrepasan las injusticias del
día a día.
Si tan solo hacemos el ejercicio de situarnos en la propia región de La Araucanía, en su misma capital regional, solo en el 2022 el aumento de los pasajes ocurrió en al menos dos ocasiones, considerando que actualmente la tarifa va en $750 con tramos más cortos a comparación de la RM, con un sistema ineficiente de gestión y en la región con los sueldos más bajos de la media nacional según el INE. Y, si tan sólo se hiciera el ejercicio desde las localidades rurales, la deuda y los carentes avances harían de esta columna algo interminable.
Finalmente, se hace un llamado a considerar que una ciudad inteligente y “connotada” solo tendrá sentido en la medida que se subsane y garanticen los pisos mínimos de coexistencia y se concluyan los abusos a desfavor de quienes no son leídos y leídas por la política pública.
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